El ejército romano. Las legiones y su evolución desde la monarquía hasta el final del imperio



En los inicios de Roma, el sistema militar estaba directamente vinculado al político, por ello se basaba en la obligación de todo ciudadano a servir en la defensa de la ciudad. En esto, Roma no difería de otras ciudades-estado de la Antigüedad clásica. 

En los primeros tiempos de la monarquía la unidad política básica, la gens, proporcionaba un cierto número de hombres armados, destinados a formar la infantería y la caballería pesada. Se trataba de una milicia de élite con clara base aristocrática. Junto a este grupo de guerreros actuaban también un número destacable de fuerzas auxiliares.

Hacia el siglo VI a.c., en tiempo de Servio Tulio, todavía durante la monarquía, se transformó el servicio militar, introduciéndose, de forma gradual, un cambio que estará determinado por la sustitución del origen aristocrático y la sangre por el criterio de riqueza económica a la hora de considerar las obligaciones militares de los ciudadanos.




Frente a la inflexible división entre gentiles (aristocracia) y resto de la población libre, el nuevo sistema distinguía cinco clases de ciudadanos con capacidad de llevar armas. Estos grupos se subdividirían en centurias, en las que distinguiríamos a su vez entre centurias de iuniores (18-45 años) y de seniores (45-60 años). Las centurias de equites o caballeros serían integradas por los ciudadanos de más elevado rango y posición económica. Además, el ejército se completaría con varias centurias de técnicos y asistentes no armados, reclutados entre las gentes de menor relevancia socio-económica (proletarii).

En esta época, el ejército era fuente de prestigio y en ningún caso, el ciudadano eludía el servicio como forma de reafirmar su posición social y económica. En ese sentido, eran los más ricos los que asumían las más pesadas obligaciones militares: solo los iunores de las tres primeras clases estaban dotados de armamento pesado y constituían con sus 60 centurias de infantería pesada la conocida LEGIO, unidad orgánica que el ejército romano mantendrá toda su historia, y que se componía de unos efectivos aproximados de 5.000 hombres. El resto de centurias de las otras clases actuaban como auxiliares.

Este ejército ciudadano constituido sobre fundamentos timocráticos (riqueza personal) solo era viable para un tipo de guerra limitada en el espacio y en el tiempo. Hacia el siglo V a.c. las aspiraciones expansionistas de Roma eran mínimas y este modelo de organización militar era perfectamente eficaz.

A partir del siglo IV a.c. Roma tuvo que afrontar circunstancias internas y exteriores (recrudecimiento de las luchas sociales en la ciudad, invasión de los galos) que favorecieron el comienzo de una política expansionista que conllevó cambios en el ejército, como la introducción de una soldada (stipendium) para indemnizar a los ciudadanos que tenían que soportar la pesada carga del servicio de armas. No era todavía un salario propio de un ejército profesional, sino una pequeña compensación por la prolongación cada vez mayor en el tiempo de las habituales campañas militares estivales.

El pago del stipendium fue poco a poco fracturando la esencia clasista del sistema, a la vez que la centuria dejaba de ser la unidad militar básica para ser sustituida por el manípulo, compuesto de dos centurias. Se tratará de un sistema más flexible y eficaz, además supuso que la organización clasista en centurias dejara de ser la base del reclutamiento militar. Como consecuencia, a partir de mediados del siglo III ac, el nuevo sistema de leva se basó en las tribus, es decir, en las circunscripciones territoriales (rústicas o urbanas) y no en la capacidad económica o censo. El principio clasista solo se mantuvo para dejar fuera del sistema de reclutamiento (dilectus) a los proletarii o capite censi, es decir, a  aquellos que no pertenecían a una de las cinco clases censitarias (adsidui).

La legión en esta época estaba articulada en 30 manípulos, compuesto cada uno por dos centurias y dispuesto en tres líneas, de acuerdo con la edad y el armamento:
  • Los hastati eran los más jóvenes y se disponían en primera línea (10 manípulos de 120 hombres). Armados, como los principes, con gladius (espada de origen celtíbero) y el pilum o jabalina.
  • Los principes formaban la segunda línea (10 manípulos de 120 hombres).
  • Los triarii formaban la tercera línea (10 manípulos de 60 hombres). Armados con el hasta, una lanza larga, y el gladius.
Cada manípulo formaba un orden cerrado en disposición ajedrezada (quincunx). A estas fuerzas había que añadir 1.200 velites (infantería ligera), repartidos por igual entre todos los manípulos. En total, hablaríamos de unos 4.200 hombres. Todos los soldados tenían coraza, casco y grebas de bronce. Cada manípulo tenía dos centuriones, de los que el mayor ejercía el mando. La legión se completaba con un cuerpo de caballería de 300 jinetes, dividido en 10 turmae, mandadas por decuriones.

Soldados romanos durante la II Guerra Púnica








La Segunda Guerra Púnica (finales siglo III a.c.) trajo cambios sustanciales en la organización militar. El enorme esfuerzo exigido obligó al Estado a activar todos sus recursos, independientemente de las reglas y exigencias del sistema anterior. En situaciones dramáticas fueron movilizados los proletarii y hasta libertos, esclavos o criminales y deudores. La prolongación de una actividad bélica de grandes dimensiones y larga duración que imponía la política imperialista llegó necesariamente a la ruina a muchos adsidui, que durante los largos periodos bélicos no podían atender sus fuentes de riqueza y sustento. Aunque el Estado redujo el censo para ampliar la base social reclutable, el número de adsidui no dejó de disminuir, justo cuando el gobierno necesitaba más efectivos.

La situación obligó a abrir el reclutamiento a las ciudades pertenecientes a la confederación itálica (los socii) sobre las que imponía su hegemonía política. Estos contingentes no se agruparon en legiones, sino en alae, aunque con los mismo efectivos y armamento que aquéllas.

De manera que el ejército se compondrá de legiones y alae conformando la infantería pesada, núcleo del ejército romano republicano, que se completaba con la caballería. Ésta, que había comenzado teniendo gran importancia como cuerpo de élite reservado a la aristocracia romana, terminó perdiendo importancia frente a la infantería, adquiriendo finalmente un simple papel complementario. Fruto de ello, la caballería terminó teniendo una mayor presencia de socii frente a la paridad que caracterizaba a las tropas de infantería pesada. Las unidades de caballería se organizaban en unidades de 300 jinetes, denominadas alae equitum cuando se componían de aliados itálicos (en infantería se denominaban alae sociorum). Cada alae equitum se articulaba en diez turmae (cada turma 30 jinetes), cada una bajo el mando de tres decuriones (el más antiguo era comandante de la unidad).

La Segunda Guerra Púnica también generalizó el uso de tropas extraitálicas (hispanos, númidas, galos, cretenses, etc.), que fueron conocidos con el nombre de auxilia, y que sirvieron como tropas ligeras (los antiguos velites) o para disponer de contingentes con armamento especializado (honderos baleáricos, arqueros cretenses). Estas tropas irregulares y de difícil integración en la estructura del ejército romano, eran disueltas al finalizar las campañas y su diversidad se observaba también en el sistema de reclutamiento: muchos eran mercenarios, otros eran reclutados mediante pactos con pueblos aliados y en otras ocasiones forzados a ello.


Equites romanos junto a un veles (infante ligero) a comienzos del siglo II a.c. (Angus Mc Bride)


En el siglo II a.c. la necesidad de una reforma integral del ejército era urgente: el progresivo alejamiento de los frentes bélicos  y la necesidad de mantener fuerzas de ocupación permanentes en territorios conquistados, forzaron la evolución de la milicia ciudadana hacia una hueste de carácter profesional y voluntario. Y esa reforma llegó con el cónsul Cayo Mario, que amplió la base de reclutamiento en las legiones incluyendo a los no propietarios, a las clases sociales inferiores (proletarii), y favoreció un proceso de proletarización  del ejército prometiendo una recompensa en tierras cultivables al final del servicio militar.




Este nuevo ejército profesional favoreció el caudillaje, ya que si el comandante defendía los interes de sus hombres y les aseguraba su ansiada recompensa, podría contar con ellos como elemento disuasorio y de coerción contra el Estado, en defensa de sus prioridades e intereses políticos.

Mario puso en marcha también otros importantes cambios:
  • Utilización de la cohorte como unidad táctica en sustitución del manípulo, mejorando de esa forma la maniobrabilidad. La legión se ordenaba desde ese momento en diez cohortes, cada una con tres manípulos dispuestos uno tras otro, en una triple línea (triplex acies).
  • Esta disposición anuló la diferenciación entre hastati, princeps y triarii, lo que llevó a la homogeneización en armamento. La legión se convierte en una unidad homogénea: entorno a 5000 hombres organizados en diez cohortes, cada una con tres manípulos de 160 infantes pesados, subdivididos a su vez en dos centurias.
  • La oficialidad de la legión tenía en la cúspide un magistrado con imperium (cónsules o pretores) y seis tribunos militares procedentes de la élite social romana (clase senatorial y ecuestre).
  • Aumento de la disciplina y la instrucción. Además se incrementó el equipaje individual del legionario, conocidos como mulus marianus
  • Creación de la insignia o emblema de cada legión, el águila de plata, dotando a la legión de una permanencia en el tiempo y de un espíritu de cuerpo que aumentó su cohesión y su eficacia.
  • Otorgamiento de la ciudadanía romana a los habitantes de Italia, lo que acabó con la distinción entre ciudadanos y socii, desapareciendo las antiguas alae, que se convirtieron en legiones. Seguirán existiendo tropas auxiliares, reclutadas entre pueblos no itálicos. 
Con esta nueva organización comenzó una nueva y victoriosa etapa bélica durante la primera mitad del siglo I. Sin embargo, pervivieron problemas que no fueron solucionados hasta las reformas de Augusto: hasta entonces, el carácter profesional del ejército no supuso la creación de un verdadero ejército permanente (sus dimensiones variaban mucho según las necesidades militares) y tampoco se aseguró a los veteranos una recompensa en tierras.











Con Octavio Augusto nace el ejército imperial, fundamentado en la profesionalización y permanencia. Se convirtió en un ejército de frontera distribuido en guarniciones permanentes con el objetivo de proteger los confines del imperio (limes) y mantener el orden en las provincias.

Augusto fue sustituyendo las ingentes tropas empleadas en las guerras civiles por un contingente menos numeroso (unos 150.000 hombres), bien disciplinado y bajo mando de oficiales seleccionados de obediencia asegurada. En este periodo, las legiones siguieron constituyendo la médula espinal de la estructura militar, con unos efectivos aproximados de 5.000 hombres, organizados en 10 cohortes y 60 centurias. Siguiendo la tradición inaugurada por Mario, se trataba de unidades permanentes con números fijo y nombres honoríficos: Legio XII Fulminata, Legio XIII Gemina. Legio VII Paterna, etc. A lo largo del periodo altoimperial el número de legiones varió, al final de la guerra civil el ejército quedó encuadrado en 28 legiones, reducidas a 25 tras el desastre de Teotuburgo y que se incrementaron posteriormente (30 con Vespasiano y 33 con Septimio Severo, ya en el siglo III d.c.).


Legionario de época imperial, con escudo (scutum), espada (gladius), jabalina (pilum), casco tipo galea y protegido por una armadura de placas metálicas (lorica segmentata)


Equipamiento de un legionario de las guerras dacias
(comienzos siglo II d.c.)


Además, Augusto culminó el proceso de integración en las fuerzas militares romanas de los contingentes provinciales no itálicos, creando una fuerza auxiliar regular y profesionalizada.

Las legiones y las fuerzas auxiliares a ellas vinculadas, estaban subordinadas al correspondiente gobernador provincial y cada una de ellas al mando de un legatus legionis (legado), ambos pertenecían al orden senatorial.

Por debajo, formando el cuerpo de oficiales, había seis tribunos militares (uno de orden senatorial, cinco del orden ecuestre). Pero la verdadera columna vertebral del sistema de mando legionario era el cuerpo de centuriones, profesionales con larga experiencia. De entre ellos destacaba el primus pilus, el primer centurión de la primera cohorte.

Finalmente se situarían los suboficiales, los principales, que podían ser optio (lugarteniente del centurión), signifer (portaestandarte) o tesserarius (encargado de la contraseña y actuaba como oficial de enlace). Debajo se situaban desde el simple legionario (gregarius) hasta un gran número de cargos diferentes: ordenanzas (cornicularii), correos (speculatores), escribas, intendentes, técnicos, médicos, etc.

Optio (izquierda) y centurión (derecha) de época imperial (ilustración A. García Pinto)

Signifer


Aunque se mantuvo el principio del servicio legionario exclusivo para ciudadanos romanos, el incremento de ciudadanos de origen no itálico permitió el aumento paulatino de los legionarios de origen extraitálico, hasta hacerse mayoría a finales del siglo I dc.

Las tropas auxiliares (auxilia) se organizaban también en unidades de infantería (cohortes) y de caballería (alae), de 500 ó 1000 hombres, al mando de un praefectus, habitualmente el orden ecuestre. Estas unidades, inicialmente estructuradas según origen étnico (astures, tracios, retios, etc.), fueron un eficaz instrumento de romanización que culminaba con la concesión de la ciudadanía romana con el licenciamiento después de 25 años de servicio.

Las legiones romanas estaban dotadas también de máquinas o ingenios artilleros, a los que desde época tardorepublicana se les da cada vez más relevancia. Los principales instrumentos eran la ballista, utilizada para lanzar con trayectoria horizontal piedras o dardos, el onager, que arrojaba grandes piedras  con el sistema propio de una honda, y el scorpio, que lanzaba flechas a una distancia considerable, más de 300 metros. Aunque los números variaban, cada cohorte solía contar con una balista, cada centuria con un escorpión y la cada legión solía disponer de tres onagros. En los asedios, los romanos empleaban, además de las máquinas de guerras, otros instrumentos que permitían el acercamiento y el asalto de las murallas. Entre ellos destacaron el pluteo (pared o parapeto con ruedas), la vinea y el musculus (estructuras techadas con ruedas para la aproximación a la muralla, el musculus es más sólido) y las torres de madera con puente levadizo para asaltar los adarves y las torres enemigas.



Legionarios del alto imperio junto a una ballista


Formación en testudo o tortuga, usada con frecuencia por el ejército romano. Muy útil en maniobras de  aproximación, especialmente durante los asedios, pero poco eficaz en el cuerpo a cuerpo.




Augusto creó también una flota de guerra permanente, organizando dos grandes bases navales principales en Italia: Miseno, en la bahía de Nápoles, y Rávena, en la desembocadura del Po. Pero para Roma el interés por el mar nunca fue excesivo y una prueba de ello fue que la responsabilidad del mando se dejó habitualmente en manos de libertos, que mandaban sobre una tripulación de libres no ciudadanos. Aunque su papel fue secundario, se función fue destacada en el control de la piratería en el Mediterráneo, el transporte de tropas y la transmisión de noticias y órdenes.


Trirreme romano


Además de potenciar la flota, Augusto constituyó una serie de cuerpos especiales, ubicados en la capital:
  • Guardia pretoriana, tropa de élite compuesta por nueve cohortes y con funciones de guardia imperial, bajo el mando de un prefecto del orden ecuestre (praefectus praetorio). Su estructura como cuerpo de élite compuesto por soldados itálicos y muy cercanos a la figura del emperador, determinó su gran influencia en la vida política romana (influencia de su prefecto, cambios y nombramiento de emperador).
  • Las cohortes urbanae, al mando del praefectus urbi, que cumplían funciones de policía de Roma. Primero fueron tres, posteriormente cuatro.
  • Las siete cohortes vigilum, bajo un praefectus vigilum, que se encargaban de la vigilancia nocturna de Roma y el control de incendios.

Guardias pretorianos

Este modelo de ejército creado por Augusto se mantuvo sin grandes cambios durante los siglos I y II d.c.. Pero aunque el emperador Octavio intentó evitar la influencia de las fuerzas armadas en la vida política, no lo logró y durante esos primeros siglos la intervención del ejército, especialmente de los pretorianos, en el nombramiento o derrocamiento de emperadores fue muy frecuente.

Lo que sí se asentó fue el modelo de ejército profesional y permanente de frontera. En consecuencia, los límites del Imperio (limes) se fortificaron y reforzaron y la inmensa mayoría de las legiones se distribuyeron a lo largo de ellos: una buena parte en la frontera del Rhin, el Danubio y Oriente (Siria), con otros ejércitos secundarios en Britania, África y Egipto.

El papel de los limes no siempre fue defensivo. Aunque a partir del siglo III d.c. predominará está función para hacer frente a las primeras invasiones, en siglos anteriores la frontera fortificada fue también un punto de partida para operaciones ofensivas y de conquista. Por otro lado, no siempre constituía una barrera continua jalonada por torres y castillos, que enlazaban con los grandes campamentos legionarios permanentes (un ejemplo el muro de Adriano en Britania); en otros casos las bases de las legiones quedaban a retaguardia y los fuertes o castella constituían una avanzada guarnecidos por tropas auxiliares.

En este ejército profesional el reclutamiento era voluntario. El soldado pasaba la mayor parte de su vida en servicio activo (20 años el legionario, 25 años el auxiliar y 16 años los cuerpos de élite de la capital) y recibía una soldada (225 denarios en época augústea, 750 ya a comienzos del siglo III d.c.) a la que se unían regalos y donativos. Pero la principal recompensa era la concesión, al acabar el servicio con 45 ó 50 años, de una suma de dinero o un trozo de tierra cultivable.


Campamento romano (www.amaly.com)





De todos modos, el largo servicio militar terminaba convirtiendo el campamento (castrum) en un verdadero hogar para el legionario. Aunque se le prohibía casarse, los soldados romanos frecuentemente mantenían sus concubinas que vivían en los núcleos de población (canabae) que fueron apareciendo entorno a los grandes campamentos permanentes, en los que además se concentraban artesanos, comerciantes y otras gentes. Los campamentos romanos tenían, por lo general, una estructura rectangular  y se organizaban en torno a dos vías principales que se cruzaban (via principalis y via praetoria). Tenían habitualmente cuatro grandes puertas: porta principalis dextra, porta principalis sinistra, porta praetoria y porta decumana. En las épocas de expansión nacían con carácter no permanente, con foso, empalizada y torres de madera, pero con la consolidación de las fronteras se fueron convirtiendo en permanentes, con murallas de piedra y edificios sólidos. Durante las campañas militares, las tropas construían campamentos en marcha, que podían utilizarse un puñado de días o una sola noche, y eran destruidos antes de comenzar de nuevo la marcha.
Con frecuencia, los campamentos permanentes terminaron por convertirse en verdaderas ciudades, muchas de las cuales han llegado a la actualidad y conservan en su denominación el origen militar de su fundación. Un ejemplo es Chester en Gran Bretaña o Castres en Francia.




Campamento romano







En cuanto al origen del legionario, ya hablamos que se abrió el servicio militar a todos los ciudadanos, aunque no fueran itálicos. De hecho, estos terminaron siendo minoría. A partir de la generalización de la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio (Caracalla en 212 dc), cualquiera podía entrar en las legiones y las tropas auxiliares (auxilia) perdieron su sentido (hasta entonces compuestas de no ciudadanos) y fueron absorvidas, asimilándose al resto de fuerzas romanas.

Con Septimio Severo, emperador en el cambio del siglo II al III d.c., llegaron importantes reformas militares que pusieron las bases de las legiones en el Bajo Imperio. Se mantuvo la estrategia fronteriza del viejo sistema defensivo, pero se llevaron a cabo mejoras y refuerzos, mejorando la cantidad y calidad de los contingentes. Hacían falta alrededor de 350.000 hombres en un momento en que las condiciones del servicio militar ya no eran tan atractivas. Por ello se tomaron medidas diversas:
  • Aumento de la paga.
  • Permiso de matrimonio legal para soldados en servicio.
  • Facilidades para la promoción y el ascenso, reforzándose el papel del ejército como principal medio de ascenso social.
  • Otras mejoras fueron la autorización a los legionarios para organizar asociaciones (collegia), dedicarse temporalmente al comercio o la agricultura cerca de los campamentos, se eliminó la estricta separación de civiles y militares en las guarniciones militares.
Todo ello favoreció que el ejército se convirtiera en una fuente de personal para la administración imperial. La frontera entre lo civil y lo militar fue eliminada. En un contexto de inseguridad creciente, el soldado se convirtió en defensor, pero también en administrador y protector de las instituciones.

Los cambios afectaron también a la organización militar:
  • Para adaptarse a las técnicas de lucha de sus enemigos, se reorganizó y potenció la caballería en época de Galieno (mediados siglo III dc), que pasó a convertirse en un cuerpo de combate independiente, también ganaron peso las armas de tiro y los legionarios sustituyeron su armamento, compuesto hasta entonces por  gladius y el pilum, por la spatha germana y la lancea.
  • Las legiones se reestructuraron en un contexto de crisis grave del Imperio durante el siglo III d.c.. Se creó un ejército móvil, que se movía siguiendo al emperador o protegiendo los centros neurálgicos de provincias. Serán los comitatenses, articulados en tropas de infantería de 1000 hombres (todavía denominadas legiones) y unidades de caballería de 500 jinetes (vexillationes). Junto a los comitatenses persistía un ejército de cobertura fronterizo que se irá transformando progresivamente en una tropa de campesinos en armas (los limitanei o ripenses), solo potencialmente soldados pero bajo orden militar.
Los cambios llevados a cabo en el siglo III d.c. culminaron a finales del siglo y primer tercio del siglo IV con las reformas de Diocleciano y Constantino. El primero reforzó las fortificaciones fronterizas e incrementó los efectivos, naciendo también con él una nueva pieza en la jerarquía militar, el dux, que controlaba varias legiones en una región fronteriza y estaba claramente diferenciado de los gobernadores provinciales. Constantino incrementó el tamaño del ejército móvil (comitatenses), para cuyo mando creó nuevos oficiales (magister peditum y magister equitum) frente a los limitanei o ripenses, que perdieron fuerza y prestigio. Posteriormente, terminará distinguiéndose entre los ejércitos regionales (comitatenses) y las tropas de élite que seguían y protegían a los emperadores (palatini).



Limitanei del siglo IV d.c. (ilustración de Pavel Simák)


 Comitatenses del imperio tardío ( Pawel Kaczmarczyk)


Catafractos romanos (caballería pesada) del imperio tardío (Dzis Igor)

Ya en época de Diocleciano y Constantino, comenzó la integración en unidades militares romanas de efectivos bárbaros, siempre reclutados individualmente y bajo orden de oficiales romanos. Sin embargo, a lo largo del siglo IV d.c. y en un contexto de crisis general del Imperio, la presencia de bárbaros se incrementó ostensiblemente y se extendieron por todas las fronteras contingentes bárbaros bajo jefes tribales (foederati), que no estaban sujetos a la disciplina y ni la administración romana, pero recibían dinero para su mantenimiento a cambio de ayudar al ejército romano.

A finales del siglo IV y a lo largo de la centuria siguiente, el proceso de barbarización fue imparable y llegó un momento que los comitatenses se disolvieron y prácticamente se anuló la diferencia entre las unidades regulares que todavía tenía el ejército romano y los foederati.

Blog didáctico de Juan Carlos Doncel Domínguez (IES Norba Caesarina, Cáceres)